Félix Romeo

Está caliente. Es la primera vez que toco el agua del río. Le he dedicado más de cuatro años de trabajo. Una tesis doctoral sobre el Ebro, que se fue deteniendo poco a poco, sin querer, y que ahora se ha convertido en siete grandes cajas de cartón, almacenadas en el cuarto de herramientas del huerto de mis padres, junto a unas azadas, las palas, una manguera, cubos, tiestos rotos, chanclas, botas de goma y dos enormes regaderas de metal.




LA INSPIRACIÓN

Hipólito G. Navarro

Hay que imaginarse el escenario: los días todos iguales del Polo Sur, una atardecida eterna que arropa de desvaído azul un universo frío, plano y desamueblado. En el espacio que nos interesa recortar tal vez se puedan suponer, además de la superficie helada y blanca, tres o cuatro pingüinos a lo lejos, si acaso en un ángulo a la izquierda los deshilachados amagos amarillos de una aurora boreal. Poco más. Y frío, un frío abstracto y desacostumbrado para los termómetros.



PRIMERA TARDE DE TERESA

Ernesto Pérez Zúñiga

Una habitación para una niña. Peluches en el suelo, apoyados en la pared empapelada. Sus ojos de plástico expresan una tímida espera. En la pared carruseles franceses -los que conoce la niña son los que traen los gitanos cuando el barrio se pone en fiestas-. En la cabecera de la cama, dos fotos recortadas de alguna revista: Gary Cooper y Clark Gable. Debajo de ellas unas cuantas entradas de un cine adonde la niña nunca ha ido.




LOS DÍAS EN TREGUA

Nicolás Melini

Encontré acomodo en ella. En muchos aspectos era una mujer excepcional. Con esa clase de feminidad voluptuosa que tanto atrae a los hombres, pero al mismo tiempo los intimida y les hace meter la pata, sucumbir a actos que los dejan en evidencia y perder la cabeza; en ese u otro orden. Pero yo no tenía miedo a nada de eso. Éramos amantes. Hacía ya algún tiempo que estaba solo y no quería nada demasiado establecido. Nos veíamos cuando yo podía viajar a verla y, durante unos días, éramos francamente felices. Paseábamos. Hacíamos el amor. Comíamos. Invitábamos a cenar a sus amigas. Sólo había un problema: su ex pareja la había maltratado y no parecía haberse dado por vencido.




LA ESCALERA FRENTE AL HOSPITAL

Juan Carlos Méndez Guédez


Tal vez no era tan viejo como le había parecido en un principio. Al menos durante unos segundos le dio esa impresión. Luego alzó su trago, bebió un sorbo que resonó en su garganta y dejó de observar al hombre. Miró hacia fuera: la calle ardía; un sol metálico aplanaba los árboles, los autobuses, las casas. Sin querer tropezó de nuevo con la figura vacilante que bebía a su lado. Tal vez no era tan joven cómo acababa de parecerle.




CABALGATA DE WALKIRIAS

Juan Carlos Chirinos

El presidente se sienta en la parte trasera del automóvil y observa confundido cómo su esposa tiene dificultades para subir. Lleva un vestido incómodo, a pesar de la prisa con que salió. Él recuerda cuando ella soñaba con esos hermosos vestidos, cuando todavía era muy joven para usarlos: aquella noche en el cinematógrafo donde Elizabeth Taylor era la novia y Spencer Tracy el confundido padre; donde Orson Welles era un poderoso magnate y Libertad Lamarque era joven y sufrida; todo muy diferente a ella, inútilmente feliz, sin este vestido ceñido e incómodo de ahora que no la deja subirse al vehículo presidencial sino con aquel vestido decente y recatado que usaba, como correspondía a una niña de su clase.




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Críticos que se desdoblan, por Juan Carlos Méndez Guédez

Escritor en cuclillas, por Juan Carlos Chirinos

Celebrar a Juan Marsé, por Ernesto Pérez Zúñiga